Y llegó el temido esperado día (lo digo por mi) porque aunque ya al 3er mosquetero le habíamos dicho que iba a ir al «cole» al que ya había visto muchas veces porque nos queda muy pero que muy cerquita de casa y los meses previos habíamos entrado a conocerlo por dentro, él no se enteraba mucho de lo que iba. Lo relacionaba con jugar y pasarlo bien (ya que había visto divirtiéndose a los demás peques que estaban allí).
Así que días antes cuando nos hicieron entrega de los uniformes, agenda, menús de comida y toda la información necesaria para empezar ¿preparados? y con buen pie esta nueva etapa en nuestras vidas, él se mostraba contento cada vez que salía a colación el tema. La palabra «cole» le gusta y ya sabía que estabamos hablando de ese lugarcito tentador donde los niños juegan con las pelotas en la sala de psicomotricidad.
- Nuestro 1er día:
Y así salió de casa, con paso seguro y contento. Repitiendo cada 2 minutos «Mamá, al cole» mientras le brillaban los ojos. Llegamos y entramos a su clase, donde se encontró con varios niños a los que no conocía pero ya sabéis como son los niños… se integran entre ellos tan fácilmente… Se despidió con un beso y un adiós mamá que me dejó sorprendida.
Fueron 4 horas en las que tuve el corazón encogido, pensando en cómo lo estaría pasando, si lloraría un poco y todas las cosas que nos pasan a las mamis por la cabeza.
Era la primera vez que en 27 meses nos separábamos, desde que Álvaro nació hemos estado juntos cada día, prácticamente en todo momento. Así que a mí, las horas sin él se me hicieron interminables.
Cuando fui a recogerle, se alegró un montón de verme, un grito de alegría y la palabra más bonita que podemos oir : ¡Mamá! seguida de un abrazo fuerte y besos, muchos besos, de esos que tanto le gusta darme y a mi recibirlos. Sin llorar, sin agobios, tan tranquilo estaba mi peque… ¡se sintió bien allí! y eso me devolvió el alma al cuerpo. Eso si, en brazos de vuelta a casa, no quiso perderme de vista ni un segundo ni separarse de mi lado hasta que se durmió la siesta con su teta claro.
Y así hemos ido pasando la semana, se quedaba tranquilo y su «adiós mamá» y un beso fuerte de despedida, hasta el encuentro. Sin embargo, el 4º día ese «adiós mamá» estaba acompañado de unos ojos bañados en lágrimas, lágrimas de tristeza porque sabe que cuando se queda allí (aunque se lo pasa bien) no estoy con él. Y luego de cerrar la puerta de su clase, lágrimas en los míos…
Ha sido una semana dura, de cambios para ambos. De ir adaptándonos poco a poco a pasar unas horas del día el uno sin el otro. De ir introduciendo rutinas y horarios en nuestras vidas. Y de encontrarnos en medio de abrazos y besos cada 1 de la tarde.

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