Escribo esto porque verte mamar es una hermosura. Porque me molesta profundamente la frase hecha y tan arraigada de te está usando de chupete. Porque los bebés no entienden de prisas ni horarios, ni saben que en el mundo de los adultos no hay tiempo para los detalles.
Creo sinceramente que la leche a su ritmo es más provechosa, que hay que dejar que suelten el pezón cuando verdaderamente hayan acabado y no estar escrutando si duerme o come. Porque acaban de llegar, porque son pequeños y sabios, porque son felices y están tan a gusto que son capaces de tomarse la vida con calma y descansar en una misma toma.
No tengas prisa mamá, y aliméntame despacio.
Lactancia sin prisas, por favor
Aún dormido comienzas a buscar con la boca lanzando pequeños mordisquitos al aire. Te acerco la teta, sin llegar a rozarte, y tú levantas la naricita apuntando al pezón y olisqueando en busca de leche. Un rápido movimiento de cabeza y consigues tu objetivo en un bocado certero. Empiezas a succionar, tus labios se humedecen y tú sigues adormecido sin levantar los párpados. Vas haciendo pausas, tu respiración varía, te estiras torciendo el cuerpo, abriendo los deditos de los pies y abultando los labios con el pezón aún en la boca.
Breve pausa, parece que te has quedado dormido, pero no. Emites un leve suspiro, un ligero temblor se apodera de tus labios y tu lengua, parece que el pezón va a escurrirse… Succionas fuerte y recuperas toda la areola, mamas un ratito más. Noto cómo el picor de la leche va disminuyendo, cómo cada conducto se vacía y cómo tú vas cesando en la succión y esos pinchazos bajo la areola desaparecen.
Te sueltas dando un último chasquido con la lengua en el paladar, saboreando esa última gota de leche tibia que se derrama por la comisura de tus labios. Levantas tus bracitos hasta tu cara, te tumbo en vertical sobre mi pecho y barriga y tú adoptas una postura delicada, con las manitas estratégicamente colocadas bajo tu barbilla. Y ahí, recostado, al otro lado de la piel de donde procedes, ese lugar que te ha cobijado durante 38 semanas, no puedo dejar de olerte, de mirarte.
Te disfruto con todos mis sentidos, admiro tus micro gestos faciales mientras sueñas, cierro los ojos cada vez que emites algún sonido para retener en mi memoria esos dulces quejidos que me recuerdan a algún animalillo salvaje, y respiro tus cálidas exhalaciones, esa respiración irregular que agita tu pequeño cuerpo.
Y así, después de haber mamado lentamente, con tus pausas, a tu ritmo, te recuesto sobre tu camita y admiro tu perfección. Algo tan bello, tan pequeñito… que parece irreal.

Leave a Comment