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Embarazo y Maternidad

Después de parir…

fotografía de parto

Después de parir nace una nueva mujer, que conforme pasan los días se va transformando abismalmente, igual que el bebé que crece a cada segundo. 

No soy quien era ayer, ni mañana seré la que soy hoy.

El puerperio debe ser una de las grandes lecciones en la vida de toda mujer. ¡Y que difícil es aceptarlo! Que difícil es no negarlo.

Que difícil es cuando te preguntan «¿cómo estás?» y no saber exactamente como responder.

Bien estoy, porque estoy viva, porque tenemos buena salud. Feliz estoy, porque pude parir un bebé hermoso que con una pequeña sonrisa detiene el mundo, y cuando duerme tan tranquilo me desborda de paz y me pierdo observándolo.

Pero no puedo mentir… también me siento atrapada. 
También estoy haciendo el duelo de la muerte de aquella que era, que fui y que nunca más seré. También lloro todos los días, de repente y sin explicación aparente, sobre todo cuando cae la tarde. Y los motivos son miles, o ninguno. 

Lloro porque hace días ya no se lo que es dormir. Lloro porque me duelen las tetas que explotan de leche y los pezones que se están curtiendo. Lloro porque cuando camino siento el peso de todos mis órganos volviendo a su lugar. 

Lloro porque tengo la espalda partida en dos de estar constantemente cargando 4 kg. Lloro porque el sacro arde de tanto estar sentada o acostada. Lloro porque cuesta entender que ahora soy nada más que brazos, alimento y amor para él. 

Y automáticamente… me arrepiento de decir «nada más», como si fuera poco, como si no supusiera un gasto de energía gigante y un intercambio de amor maravilloso y una tarea tan demandante que solo lo sabes cuando lo vives. 

Lloro porque bañarme, comer, ir al baño, cambiarme de ropa.. supone una carrera contra reloj con malabarismos circenses. Y lloro porque me da culpa sentir todo eso ¿No debería estar plena de felicidad?

Son pocas las que te hablan de esto. Son pocas las que te cuentan la realidad sin tapaderas y no lo llaman «depresión postparto», como un síndrome extraño que le pasa a algunas pocas que quizás tienen «problemitas» ¿Por qué lo negamos tanto? 

Tener un hijo es hermoso. Supone un acto de entrega total desde el día uno en que lo concibes. Entregas todo tu cuerpo, tu alma, todo tu ser para darle todo aquello que crees mejor, voluntaria e involuntariamente. Lo cargas nueve meses dándole con tu cuerpo todo lo que necesita para traerlo al mundo. 

Y luego del parto, que es tan solo un momento, tan solo unas horas, llega esta parte… en donde él está ahí, 100% dependiente de TI, de tu calor, de tu amor, de tu leche, de todo lo que eres y que él no duda en pedirlo y reclamarlo. 

Y yo no dudo en dárselo, y dárselo al 100%… porque no puedo dejarlo en la cuna cuando puedo darle mis brazos, porque no puedo darle un biberón cuando puedo darle mi pecho, porque no puedo ponerlo en un cochecito cuando puedo cargarlo conmigo, yo… simplemente no puedo y eso supone un gran sacrificio, pero del que aunque quisiera no puedo escapar… porque cuando tengo algunos minutos de manos y teta libres porque se durmió con papá, empiezo a sentir también su falta, como si me sacaran una partecita de mi. 

El es parte de mí, todavía somos una sola cosa, un solo cuerpo. Estamos unidos.

Y es el fantasma de quien yo era antes de tenerlo, que vuelve cada día y me angustia por no poder ser lo libre que era, y saber que fui yo quien decidió que así fuera. Nadie más. Y está bien si a veces me angustio. Tengo que perdonarme por eso. 

Es un cambio muy grande, quizás uno de los más radicales de mi vida. A pesar de todos los dolores y malestares y angustias seguir adelante por él, dándole todo lo que tengo. Entender eso que llaman amor incondicional. Y creo y cada día entiendo que es natural que ese proceso conlleve una crisis. La crisis del choque de emociones mas fuertes. Sentirme poderosa por haber dado vida y al mismo tiempo acabada, luego de la noche más agotadora de mi vida, no tener el tiempo necesario de recuperarme, ni física, ni mental, ni emocionalmente. Alegría indescriptible, tristeza inconsolable, todo al mismo tiempo. 

Como siempre digo… la vida misma. La crisis que luego traerá la evolución, el dolor que trae la fortaleza.

Siempre me sana escribir, pero también me hace bien compartirlo, compartir mi realidad, compartir la vida no solo como la queremos mostrar a los demás. Porque se que hay muchas que quizás pasan por lo mismo y no se atreven a abrirse, a decirlo, porque se supone que tiene que ser todo hermoso y si la estamos pasando mal no somos buenas madres o no sabemos ver lo lindo de la vida. 

No mintamos más. No nos mintamos más.
Tener un hijo es hermoso, si, pero también es duro. 

Y todos deberían saberlo, para entendernos y acompañarnos. Para forjar los vínculos más reales, más sanos. Un nacimiento no es un show, es un acto de vida… y la vida siempre tiene un poco de cada matiz.

Seamos sinceras. Aflojemos la tensión, dejemos de usar disfraces que nos pesan.  

Seamos reales. Nos lo merecemos.

Lucía Puiggrós

Crianza Positiva

Johannes Ruiz Pitre

Madre de familia numerosa. Neuropedagoga certificada en Disciplina Positiva para Padres y Profesores. Especialista en Inteligencia Emocional en la primera infancia. Asesora certificada en sueño infantil. Autora del Libro "El amor no malcría"

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2 COMMENTS

  • Mariela Giménez

    Gracias por compartir, pero más aún por haberlo dicho. A veces una se siente sola en estos sentimientos, y al expresarlos solo escuchas frases que te juzgan como bien lo decís en tu escrito, hacen que te sientas obligada a sentirte solo feliz y nada más. Últimamente lo único que hago es escribir para desahogarme.
    Te agradezco nuevamente y me gustaría seguirte en alguna red o estar en contacto para poder leer algo de lo tuyo. Saludos.

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